El Consejo de Hoy

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Ayer estuve tomándome unos tragos con uno de mis mejores amigos quien se acaba de ir a vivir con su novia. Oyéndolo contarme de su nueva vida en pareja me fue inevitable no despuntar el aspecto de las cantaletas en las mujeres y esa necesidad que tenemos de dar lora por todo.

Los hombres no son así, definitivamente esta es una característica solo del género femenino y me puse a pensar, que mamera ser así, pobrecito mi amigo que no puede llegar a su casa y dejar sus tenis en la sala después de llegar cansado del trabajo sin que la novia le esté gritando, cuando, ¡oh dios mío! ¡Yo también soy así! Y me vi cantaleteando a mi punketito por poner el casco cochino de la bicicleta encima de la cama. No voy a negar que esta manía me saca de quicio y con toda la razón, pues la cama es donde dormimos y ya se imaginara como llega el casco en especial con este clima bogotano, el problema está en cómo le digo que no lo haga mas, obvio cantaleteándolo.

Es normal que nuestra pareja haga cosas que nos molesten pero porque todo tenemos que decirlo con cantaleta en lugar de decirlo con suavidad. No podemos olvidar que no es lo que digas sino como lo digas, y nos vamos convirtiendo en esas versión típica de mujer la cual cuando es abandonada se pregunta por qué, cuando la razón es evidente.

Al ser cantaletudas, en cualquier aspecto, estamos dejando a un lado que nuestra pareja puede relacionar ese defecto con los de su mama, ya que las mamas son aquellas personas conocidas por sus loras acerca del desorden y limpieza en la casa y que nuestra pareja empiece a relacionarnos con las cantaletas de su mama puede traer problemas a la relación, en especial en el aspecto sexual pues nadie se come a la mama.

Así que dejemos de ser mamas cantaletudas y luchemos por construirnos siempre como mujeres conciliadoras, aprendamos a decir las cosas de manera dulce y amorosa para ser siempre seductoras y no viejas cansonas, sin dejar a un lado nuestro maquiavelo propósito de lograr al final lo que queremos y dejen de hacer aquello que nos molesta pues como decía sabiamente mi querida madre, “ más puede una gota de miel que un tarrado de hiel”.