El poder de la expresión verbal
- Susie Sucesos
- 28 nov 2018
- 3 Min. de lectura

Sara tenía 34 años cuando se enamoró del mejor amigo de su papá, Lorenzo. Después de varios meses de tener una relación a escondidas con un hombre que además de ser veinte años mayor que ella, era casado, por fin decidieron dar a conocer su romance y vivirlo plenamente.
Como era de esperarse, los papas de Sara no tomaron la noticia nada bien, en especial su papa quien no lograba visualizar a su niña con su mejor amigo, el cual también causo un gran bullicio al dejar a su esposa e hijos por una chiquilla.
Aun con las oposiciones y críticas, tanto Sara como Lorenzo se sentían aliviados. Ahora no solo podrían vivir su relación, sino que ya no debían mentirle a nadie para estar juntos.
Todo parecía estar funcionando y lo único que quedaba por hacer era esperar a que las cosas se calmaran y poco a poco todos aceptaran su relación.
Una tarde, Sara recibió una noticia anhelada, le habían otorgado una beca para estudiar una maestría en China y lo mejor, que después de contarle a Lorenzo, éste accedió a irse con ella los dos años que duraban sus estudios.
Sara estaba dichosa. Rápidamente los tramites se hicieron, los tiquetes se compraron y pronto llego el gran día.
Sara llego puntual al aeropuerto y espero a Lorenzo. Los minutos comenzaron a pasar y angustiada noto que estaban sobre el tiempo por lo que lo llamo.
Las palabras del otro lado de la línea disculpándose por no poder acompañarla pues había decidido seguir con su esposa y luchar por su familia, apuñalaban a Sara en el estómago de manera mordaz.
Al colgar, se puso a llorar. Estaba viviendo su más grande miedo, perder a Lorenzo por el amor que él tenía por su familia.
Sin pensarlo, tomo sus maletas y se subió al avión, viajando varias horas en completo desconsuelo, visualizando a su lado esa silla vacía que le recordaba el cambio de vida que estaba atravesando donde iba sola a un país desconocido y con el corazón roto.
Pero como sucede cuando enfrentamos un desafió, Sara se propuso a sacar sus estudios adelante y a disfrutar de esa nueva ciudad, saliendo a restaurares y frecuentando algunos bares donde pudo conocer a personas de todo el mundo.
En cada conversación y con cada trago, Sara era consciente de lo mal que se sentía. Extrañaba mucho a Lorenzo y aparte del dolor que causa una ausencia, debía lidiar también con el ego herido de sentirse rechazada.
De repente, se encontraba hablando de Lorenzo con el portero de su casa, con su amiga de piso, con la señora de la biblioteca y con cuanta persona conocía, contando una y otra vez su historia de amor, desde el primer beso a la última conversación, siempre con detalles de cada experiencia que la habían marcado.
Así pasaron dos meses en los que Sara se fue sintiéndose cada vez más ajena de esa historia que repetía con cada nuevo encuentro, historia que, con el paso de los días, iba transformándose en una más corta, menos precisa y, sobre todo, menos emocionante.
La historia que duraba una hora paso a resumirse a unos cuantos versos en los que solo mencionaba que había estado enamorada de alguien que no la mereció.
Y la historia dejo de ser contada, Sara estaba cansada de repetir lo mismo y en su corazón ya no la movía ningún sentimiento por ese amor que una vez la había hecho vibrar.
De esta manera, vivió su duelo y logro cerrar ese ciclo y poder iniciar una vida en China donde meses después conocería a quien hoy en día es su esposo y como ella dice, el amor de su vida.
Contando su historia a un montón de extraños, sin el miedo de ser juzgada, hicieron que Sara rememorara lo vivido con Lorenzo, desde el hermoso inicio de su relación hasta el inesperado final, donde por medio de cada palabra fue aceptando lo sucedido y sobretodo, fue soltándolo poco a poco hasta no sentirlo más.
Uno no tiene que estar loco para ir a terapia, a veces solo necesitas alguien imparcial con quien hablar, a un extraño que te pueda dar un consejo objetivo o unos oídos que te atiendan con cuidado y que transmitan empatía por lo que sientes.
Si Sara no hubiera podido expresar o soltar todo lo que la afectaba, aquella pena habría sido mucho más dura de superar.
Sea por medio de terapia o una conversación con un amigo, encuentra ese espacio para liberarte y conocer el poder detrás de la expresión verbal.
No te guardes las cosas, déjalas salir de ti pues solo así podrás entenderlas y entrar a resolverlas fuera de la cueva que es nuestra mente con todo lo que nos da vergüenza decir o expresar.
¡Feliz dia!
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