De mujeres y envidias
- Susie Sucesos
- 26 jul 2017
- 3 Min. de lectura

Debo confesar que uno de los rasgos que más he sentido en nuestro género ha sido el de la envidia, ese sentimiento horrendo que nos lleva a actuar y lo que es peor, a ser alguien que no somos. En varios casos me he topado con la “amiga” que no hace sino hablar mal de otras mujeres (incluidas sus propias amigas) y la que no se cansa de imponer sus críticas constructivas.
Todo el mundo puede sufrir de envidia, pero lamentablemente en el caso de las mujeres, suele ser más evidente ya que la envidia viene a ser otro de esos lastres culturales, producto de varios siglos de depreciación y explotación al que ha sido sometido nuestro género.
Un ejemplo, el hecho que nos vistamos pensando más en otras mujeres que en los hombres. Esto se debe a que estamos acostumbradas a ser escaneadas de pies a cabeza por cualquier mujer que se cruza por nuestro camino y lo que nos lleva a hacer lo mismo cuando vemos a otra mujer pasar por nuestro lado.
Psicológicamente esto se presenta porque somos más exigentes con nuestra apariencia que los hombres e inconscientemente buscamos un estilo y esmero en cuanto a nuestra apariencia se refiere. Esto acontece pues desde que somos niñas nos están inculcando esta necesidad de ser detallistas con nuestra forma de vernos, donde siempre nos impulsaron a sentarnos como unas damas, a comer con recato, a vestirnos con elegancia o a caminar como una modelo.
Esto se vuelve un tema cultural donde se le empieza a exigir más a la mujer respecto a su físico que a los hombres, razón por la cual somos más sensibles a la crítica y buscamos la manera de identificarnos dentro de nuestro ámbito social, mirando como visten u actúan otras mujeres para guiarnos en este proceso de auto aceptación.
Todo lo anterior es válido pero, ¿qué ocurre cuando dejamos de ser mujeres para convertirnos en arpías? Me refiero a que no podemos ver a otra mujer, o aun peor, a una amiga triunfar en cualquier aspecto de su vida sin sentirnos rabiosas. Esto solo habla negativamente de nosotras ya que la envidia procede de desear con recelo lo que tiene otra persona sin darnos cuenta que esto radica de la derrota que se siente de ver que otra mujer pudo lo que uno no.
En vez de sentirnos irritadas por otra mujer, analicemos que sucede con nosotras, que nos produce ese sentimiento negativo o que nos falta para dejar de sentirnos amenazadas por el bienestar ajeno, ya que esto solo refleja el problema que tenemos de identificar nuestras necesidades y deseos por lo cual se transforman en dudas, miedos y lo que nos lleva a ser tan duras con las personas de nuestro mismo género.
Como lo dije antes, la envidia no es más que ese anhelo de desear tener la satisfacción que la otra persona experimenta. Así que si sientes envidia, es normal, a su medida, pero si la sientes a menudo y hacia tus propias amigas es mejor que entres a pensar que le está faltando a tu vida para que te puedas sentir satisfecha con ella y dejes de añorar lo de otra persona.
No dejemos que aspectos en nuestro genero nos dividan sin reconocer el poder tan estupendo que tenemos y logramos cuando estamos unidas, como aliadas y no como enemigas. Mucho menos permitamos que esto dañe nuestras relaciones con nuestras amigas donde se debe tener cuidado de que se dice o piensa entre nosotras y mucho menos, que nos convirtamos en esas psicóticas que son incapaces de sentirse felices con la alegría y logros de otros.
No hay nada más valioso que ser honesto con uno mismo y con la gente que nos rodea, como no hay nada más valioso que la amistad entre mujeres cuando ésta es real y sincera ya que solo entre nosotras podemos apoyarnos como nadie, pues conocemos y entendemos el deleite y desafío que significa ser una mujer.
Comments