Conmemorando a un día afligido

Hoy hace dieciséis años, el mundo fue testigo de lo peligroso que puede llegar a ser el ser humano pero sobretodo, fue testigo de las miles de historias que se desarrollaron alrededor de esta tragedia donde el destino, jugo su parte.

David tenía veintidós años cuando se fue a vivir a Nueva York para perfeccionar su inglés. Llevaba nueve meses trabajando como domiciliario en un restaurante cerca del World Trade Center, lugar donde había hecho buenos amigos. Entre ellos, estaba José, un mexicano que hacia el turno de la tarde y con quien David compartía la mayor parte del tiempo.

Ese día, David tenía una cita importante para extender su visa de estudiante. Al notar que la cita era en la mañana, le pidió a José que intercambiaran los turnos para no faltar a su cita, ni incumplir con sus horas laborales. José acepto, le daba gusto poder ayudar a su amigo.

Eran las once de la mañana cuando David salió de la cita. Afuera, el mundo había cambiado. La gente corría desesperada por las calles mientras los gemidos angustiados invadían el aire como un zumbido extraño y molesto.

Entro a una cafetería donde varias personas se congregaban alrededor del televisor. Un atentado terrorista había destruido el símbolo de la economía americana. Imágenes de dos aviones estrellando las torres gemelas, seguidas por mas imágenes de su caída le produjeron a David un escalofrió que le recorrió todo el cuerpo.

De pronto pensó en José, en su jefe y en todos sus compañeros que trabajaban con él en el restaurante, aquel, tan cercano a la zona afectada. Por razones obvias, David corrió a su casa donde tomo un baño y lloro. La impresión de lo sucedido no cesaba, el sufrimiento de la gente, tanta destrucción, lo había afectado de una manera inexplicable.

Aquella noche no pudo dormir debido a las ambulancias que aun sonaban por toda la ciudad y por las imágenes de la tragedia, las que se habían implantado en su cabeza de una manera cruel, dejándolo en un estado de tristeza inmensa al pensar en todas esas personas que habían tenido una muerte atormentada y en sus familiares, en su dolor.

Pronto amaneció y con el nuevo día, llego también un nuevo mundo. Tomo el teléfono para llamar a José pero sonaba desconectado, por lo que decidió llamar a Joe, su jefe. Al oír su voz, David supo que algo estaba mal.

Lentamente, Joe le hablo de la catástrofe y de cómo la habían soportado en el restaurante. Al preguntar por José, Joe hizo una pausa. Alrededor de las nueve de la mañana lo había enviado a la torre sur a llevar un domicilio. Desafortunadamente, aun no sabían nada de él y temían lo peor.

David colgó y poniendo sus manos sobre su rostro se dejó llevar. Podía sentir sus lágrimas bailando alrededor de su boca, la que gemía apenada. Su amigo había muerto en el atentado. ¿Era esto su culpa? Se preguntó. Que juego el del destino, que había puesto a José en el lugar equivocado y a la hora equivocada.

Los pensamientos tripulaban inclementes en su cabeza. Debía calmarse. No era su culpa que en el mundo existiera la maldad, como tampoco lo era la muerte de su amigo. Solo algo era claro, que de no haber tenido esa cita, habría cumplido con su jornada matutina como todos los días y de esta manera, habría sido él en lugar equivocado y a la hora equivocada.

Hay un dicho que dice, “Nadie se muere en la víspera”, lo que me lleva a intentar descifrar si existe el destino, si es verdad que todo está escrito, que lo que es de uno, será para uno y que pase lo que pase, es porque así tenia que ser.

Si, tal vez, lo único que sé, lo que me llego de esta historia es que sea como sea que vayamos a morir, cualquiera sea el día y el modo, si ya esta escrito entonces, para qué preocuparnos. Enfoquémonos en el momento, en cada segundo que respiramos y podemos amar, sonreír o bailar, pues la muerte nos llegara pero mientras tanto, hay mucho que disfrutar.