Hablando de la muerte

Hoy quiero hablarles de un tema sensible, y es la muerte, esa inevitable y certera a la que tanto le tememos.

No sé si sea por la crianza que me dieron mis papás, quienes siempre me hablaron de la muerte como algo natural y posible de consentir, como si hubieran sabido que debían prepararnos pues ambos se irían muy rápido de nuestras vidas.

En las largas conversaciones que entablamos en nuestros momentos en familia, recuerdo oírlos hablarnos de la muerte no como el final, sino como un paso más de nuestra evolución espiritual.

Oírlos hablar del tema con tanto sosiego, me hizo ver a la muerte como esa puerta al final de esta aventura, una puerta que un día se abrirá para que yo entre a otro plano, pero a uno mucho más hermoso y energético.

Después de perder a mis padres, tuve por fin que enfrentarme a la muerte y ser testigo de cómo toca a nuestra vida para cambiarla para siempre, pues lo fatídico de la muerte no es que nos llegue, sino que le llegue a nuestros seres amados.

Pero así es la vida, y es tan hermosa que por eso se termina, ya que de otra forma, no alcanzaríamos a apreciarla.

Y entonces me encontré sintiendo a la muerte de una manera desafiante pues cuando has perdido tanto, ya no te duele perder nada. Para algunos será un inconveniente, para mí, es un manera de racionalizar el fin de existencia humana, no viendo a la muerte como algo terrible, ya que no sabemos que hay más allá, pero si con la certeza que por algo existe, y que como energía poderosa que somos, ese no será el final.

Pero esta, es solo mi visión frente a la muerte, de la cual deberíamos hablar de manera natural para aprender a percibirla de otra forma, tal vez de una menos miedosa para que el recelo a ella nunca nos invada y para que los duelos sean más llevaderos y soportables.

Lo que quiero decir, es que no te agobies pensando en la muerte, ni en que algún día le llegara a la gente que quieres o a ti, aquello se debe pensar cuando ocurra y se vivirá, cuando se tenga que vivir.

Para que vivir los minutos de nuestra vida con miedo o angustia, ¿pensando en algo que no ha llegado? No vale la pena dedicar energía a algo que igual, va a pasar y es inevitable.

Como digo siempre, la vida es muy corta para vivirla con pensamientos que no sean agradables.

La vida está para exprimir cada segundo, para disfrutarla en un amanecer, una enseñanza o una experiencia que al recordarla, nos hará sonreír.

Vive tu vida, pues es una y es un milagro. Intenta ver cada cosa que se atraviese por tu camino como algo positivo que aunque a veces no lo parezca, ten fe en que esconde miles de bendiciones a venir.

Disfruta del amor, de los amigos, de la comida, de la naturaleza, de los animales, de los niños, del clima, de las caminatas, de las películas que nos hacen llorar y las que nos hacen reír, de un libro, de las conversaciones profundas, de un buen vino, ¡de todo!

Existen tantos placeres en el mundo y tantas oportunidades de ser felices, que no debemos desgastarnos con pensamientos tristes, pues cuando nos llegue la hora de partir, podremos mirar atrás y saber que valió la pena vivir.

Si hoy muriera, me iría feliz, es más, no me importaría irme, pues eso querría decir que llego mi momento de trascender a otro lugar. Lo más relevante es que me iría satisfecha con la vida que viví, por lo que ame y la gente que me rodeo.

Sé que me iré tranquila pues estuve enamorada de mí, y de todo lo que fue parte de mis días y eso, es lo que yo llamo vivir.

¡Feliz día!